sábado, 28 de febrero de 2015

Freeman




La portada me parece tan poco agraciada que no sabía si ponerla. Me temo que hay un soplo místico o vaya usted a saber, porque los que vienen de poner un pie en el más allá son muy de conversiones de este tipo. Y me parece bien, sobre todo si el señor Freeman firma maravillas como este disco homónimo. 

Sabiendo que siempre ha cojeado por el lado country-blues-folk y complementándolo con su lado más clásico (Bowie, algo de psicodelia, Beatles) el resultado entra más o menos dentro de lo esperado. Lo que yo no me esperaba es que el listón fuera a estar tan alto en general. Puede que también influyan las ganas que tenía de escuchar algo nuevo de esta entrañable gentuza que tan buenos ratos me han dado. 

Una buena declaración de principios al final de la primera canción avisa del ajuste de cuentas: "Fuck you all, I got a reason to live and I'm never gonna die". Toma ya. Inmejorable comienzo con "Covert discretion", a base de arpegios de guitarra acústica y voz hasta ese explosivo remate (con solo de guitarra onanístico incluido) mencionado antes. Luego llega el aroma a pop clásico de "The english and western stallion", elegido como primer single, el mismo que degustaremos en otras como "There is a form", "All the way to China" o una de mis favoritas por su sencillez y tremendo gusto, "Delicate green". En "(For a while) I couldn't play my guitar like a man" (qué gran título, copón) vemos como aflora su Neil Young interior y, lo que en manos de su anterior banda hubiera sonado a cachondeo o "parodia de", aquí suena a tomarse lo que oímos muy en serio. Su vena country-blues también se deja notar en esa especie de broma and roll casero titulado "I know a girl" (suena rallado como el que ha contado las veces que dice la frase sin molestarse en cambiar 'how' por 'who'), en los aires tranquilos de "Black bush", o en esa preciosidad llamada "More than the world", donde no se anda con rodeos y suelta una canción de amor llena de frases comunes sin que suene empalagoso para nada. Algo más rockero en el riff de "Gimme one more", demostrando de nuevo una gran solvencia y estar arropado por una buena banda, que por supuesto ayuda mucho. Y, por último, mención aparte para mis dos favoritas: la novedad en el tono arabesco en general y de los arreglos de violín en particular que hay en "El Shaddai", y mi debilidad absoluta de las doce que forman el disco, "Golden monkey". Algo tienen esa guitarra acústica y ese piano juntos para que pueda escucharla en bucle tantas veces seguidas, porque estoy seguro de que su tono místico no es. He leído en alguna página que recuerda a la época del infravalorado "Quebec", mi preferido después de "White pepper", y sí, puede que sea por eso.
En definitiva, no hay grandes sobresaltos en "Freeman", ni las montañas rusas de antaño, pero en ningún momento se echa de menos ni me da la impresión de que durante estos 47 minutos se caiga en la autocomplacencia o la monotonía, ni siquiera en incluir alguna pista de relleno (quizá "I know a girl", pero va al final para no estorbar). ¡No está nada mal para haber sido grabado en nueve días, Aaron!

De sus años en Ween te podrán venir a la cabeza canciones como "Stay Forever", "Chocolate Town", "She's your baby", "If you could save yourself", "Back to Basom" así como del "12 Golden Country Greats", aunque lo justo es valorarlo como el principio de otra carrera, y esperemos que ésta sea larga y fructífera, ya que es muy improbable que su amistad con Dean se arregle. Así que muy contento con el rollo místico de Gene sin Ween, sin sus efectos de coña en la voz, ni falsetes, y manteniendo el sentido del humor sin llegar a las locuras del pasado. Coherencia, a secas, al contrario que con su compinche (y enorme guitarrista), cuya marca de fábrica era esa coherencia de ser siempre igual de incoherentes.

 



En el año 2012, antes incluso de hacerse oficial la ruptura de Ween, firmó como Aaron Freeman "Marvelous clouds", su debut en solitario, disco de versiones del recientemente fallecido Rod McKuen. Supongo que era pronto para atreverse con algo propio (de hecho, se habla de ese bloqueo creativo en "(For a while) I couldn't play...", por ejemplo) y la verdad es que tampoco le quedó nada mal el homenaje. En realidad fue un fan el que le descubrió al cantante y poeta californiano, y quizá por no ser tan admirador suyo tuvo la frescura suficiente para encarar un disco entero de versiones, dejando con el culo torcido a más de uno, dicho sea de paso.
Un año más tarde aparecería ese epitafio musical con afán recaudatorio para su álter ego llamado "Gener's gone: The Final Demo Recordings of Gene Ween (2009-2011)", formado por grabaciones caseras, sin apenas batería ni bajo. Creo que funciona mejor como forma de decir "eh, tíos, sigo aquí, he salido de la mierda y volveré" que como un trabajo realmente a tener en cuenta. En el propio texto de su Bandcamp se menciona el bache que atravesó el bueno de Aaron (un poco en plan "échame una mano, primo, que la rehabilitación me ha dejado sin blanca"), tocando fondo allá por 2011 en Vancouver, y la diferencia con este segundo debut, por así decirlo, donde ya tiene una banda estable a su cargo. Aún así, al menos la mitad de las seis canciones de estas demos merecen la pena ser escuchadas con atención. Y no todos pueden decir que sus canciones siguen siendo igual de buenas aún dejándolas desnudas de arreglos y base rítmica. 
En sus años de instituto ya había hecho sus idas de olla él solito bajo el nombre de Synthetic Socks. Valga como ejemplo esta preciosa oda a los polis ("We love cops and we hate them too", "we make love to Planet Earth"), aunque también entonces colaboró su amigo Mikey Melchiondo (qué esperabas, eran colegas desde los catorce). 


Lo dicho, muy feliz de recuperar a Aaron para la causa musical, ahora que su situación personal se ha estabilizado, enseñando a los chavales a cantar y tocar la guitarra en la Escuela de Rock de Paul Green, además de contar con la ayuda de amigos como Jack Black (acérrimo fan de Ween) para dar a conocer este brillante trabajo. Me encantaría verle en calidad de profe sobre un escenario tocando temazos de Ween con la chavalada. No nos queda otra que recibir con los brazos abiertos a Freeman y despedirnos de su otro yo al grito de "Fly, Gener, fly!".

Para escucharlo online lo tienes en Deezer y aq no está entero pero también puedes hacerte una idea. Y que le den mucho por el culo a Spotify. He dicho.





sábado, 7 de febrero de 2015

Redfern Now



Redfern Now es una serie australiana que narra historias cotidianas de un barrio humilde de Sydney llamado Redfern, y cuando digo barrio humilde más bien quiero decir gueto. Da igual si la situación que viven los aborígenes te resulta lejana, al rato de empezar la primera historia es muy fácil que ya estés involucrado como si aquello que se narra fuera algo casi familiar. Siempre bordeando el drama, a veces incluso el dramón, me he sorprendido a mí mismo disfrutándola tanto, con lo poco dado que soy al género, sobre todo en lo que a series se refiere. Lo que sucede aquí es que, una vez que te tiene bien agarrado (dependiendo del nivel de empatía de cada uno), se agradece muchísimo que no se ensañe contigo, aunque es probable que el final no sea muy feliz. No se trata de destripar las historias, sino de saber cuál es el tono de la serie. A ratos me recuerda al cine social inglés, solo que aquí es una situación tan peculiar y/o local (ignorante de mí, no conocía la situación de los nativos australianos) como universal, porque al final los temas no dejan de ser el racismo, el maltrato, la exclusión social, los prejuicios o el lastre que supone tener un pasado turbio, por poner algunos ejemplos. Otras veces lo veo como un pueblo de cualquier lugar del mundo, con su gente entrañable por un lado y la importancia del qué dirán y la estrechez de mente por otro.


Cada capítulo es una historia independiente, autoconclusiva si quieres llamarlo así, aunque al situar la acción en el mismo barrio, hay personajes que aparecen más de una vez con más o menos protagonismo. Hacía mucho que una serie no conseguía que me derrumbara con tanta facilidad, sobre todo los seis primeros que conforman la primera temporada. En tres de ellos caí con todo el equipo y en los demás me emocioné como un niño, con sonrisa de oreja a oreja incluida en alguno de los casos, como el del himno nacional (1x04). Los seis de la segunda mantienen el nivel pero no llegan a conmover de la misma forma, y es curioso porque, como comentaba antes, en algunos episodios repiten personajes de la primera a los que ya has cogido cariño, así que en teoría debería ser más fácil llegarte a la patata, pero no, te dejan buen sabor de boca pero no te estrujan por dentro como al principio.
También es cierto que es muy difícil superar el listón de la primera temporada. Una banda sonora impresionante, con cabecera soul y música de fondo más cercana a la de Friday Night Lights (compuesta por Explosions in the sky) que a la de una serie al uso, aunque dependiendo de la historia se va adaptando de una forma maravillosa. Si la banda sonora no acompaña es muy difícil que yo logre conmoverme tanto, y aquí tampoco hay fallo en ese sentido. Como tampoco hay fisuras en el reparto, con mención especial para los papeles femeninos en general, aunque insisto en que no cojea por ningún lado, pero hay actuaciones sencillamente memorables. Le doy más mérito si tenemos en cuenta que no hay ninguno de ellos que nos pueda sonar, lo cual hace que podamos ser más objetivos si cabe, o con el criterio menos contaminado.

Al margen de algún que otro grupo de rock de esas zonas, mi conocimiento sobre Australia es más bien limitado. A veces esa ignorancia es una baza a favor, o por lo menos me gusta pensarlo así después de ver Redfern Now. No tengo ni idea de cultura australiana. Ni idea de la situación que vive allí la gente aborígen, aunque pueda asociarlo a lo que ocurre en otros países como EEUU o México. Lamentablemente, el poco o nulo respeto que se tiene por los aborígenes de cada país (indios norteamericanos o indígenas mexicanos, por poner dos ejemplos) es universal y no cuesta demasiado entenderlo. Pero una cosa es entenderlo y otra es disfrutarlo de la manera en que esta serie consigue que lo hagas. Para mí, los protagonistas de Redfern son como vecinos de toda la vida de mi barrio. Bueno, de mi barrio no, que me caen prácticamente todos mal, pero sí de un barrio humilde con encanto en el que viví alguna vez.



En definitiva, una gran serie que recomiendo encarecidamente y a la que también ayuda un cambio de aires entre tanta superproducción americana y tanta tiquismiquismiquez (toma palabro) de las series inglesas, siendo fan de ambos estilos también (¡El Séquito es de HBO!). Redfern Now es otra cosa, y además, insisto, te hace empatizar hasta el fondo y luego no se ensaña. Te muestra la tremenda mirada del policía con bigote, el aprendizaje de cada personaje a través de las consecuencias de los actos propios o ajenos o la complejidad de algunos personajes como en el episodio de la pareja gay, pero sobre todos ellos siempre gana la esperanza. De otro modo, al menos yo no habría conseguido verla entera y no estaría aquí acabando de escribir esta entrada.

Cuándo: 2012-2013
Dónde: ABC 1, Australia (Producido por Blackfella Films)
Cuánto: 2 temporadas de 6 capítulos, 55 min.